domingo, 28 de noviembre de 2010

Me aterra.

Me aterra que cada latido me venga a deshoras
que el roce de el frío del invierno me borre la infancia
que cada je t'aime, cada I love you termine en deshonra
que nada en la faz de la tierra me calme las ansias
que no haya un lugar para mí en este inmenso domingo
que el miedo que llevo en los huesos me ahorque algun día
que no haya ni un peso de orgullo en la risa que finjo
que cada tragedia del mundo me encuentre dormida
que el cielo se tiña de gris cada día de diciembre
que mi tren de recuerdos prohibidos se llene de amnesia
que cada caricia coseche más de lo que siembre
que nunca se harte de hablar mi maldita conciencia
que el tiempo me pase más lento y me traiga tormentas
que la soledad me acompañe incluso en el baño
que siga yo siendo una idiota, ilusa y friolenta
que mi alma se vuelva más fría a través de los años...


¿Qué pasa si todo esto pasa y ni paso de veinte?
Parece que no vendrá nadie a entibiarme las manos.
Cada paso que doy, cada día resulta incoherente,
estoy sola, aterrada, en descenso... esto ya es sobrehumano.

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