La única sobreviviente del naufragio es esta incertidumbre.
Me toca lidiar con las ganas de llenarte el pecho de aquello que adolezco.
No quiero sentarme a tu lado ni decirte que traes contigo la esperanza,
que no hay peor agüero que encontrarse con tu puerta,
que todo lo que callo algún día nos servirá de alfombra.
Que mi piel es piel porque la erizas,
que mis manos ríen por tu tacto,
que el sol que me suprime vino contigo para nombrarme a su antojo.
Es mejor que no lo entiendas.
Estos son días para añorarte en silencio,
para que sea yo quien posea el beneficio de lo oculto.
Y que no puedas ver en mis ojos tu nombre,
que no puedas ver en mi vida tu infancia,
que no haya un nosotros,
que no se refugie en mi hogar lo marchito.
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