martes, 11 de febrero de 2014

Donde todo acaba.


La incertidumbre la escribieron en braille
y estoy tan ciega.
Me trago las palabras doblemente,
hace tiempo que el orgullo habita
en las esquinas de mis servilletas.

Estoy cansada de cruzar las piernas,
de las risas falsas,
de fingir que existo,
del rencor bajo las sábanas,
de tomarme una cerveza en diez minutos
por resignación.

No hay cómo decidirse entre la urgencia y la rutina.
La noche es una niña que tiembla
por miedo a envejecer sin poder pedir perdón.

Las manos ahorcan las cuerdas
y el pelo que roza las manos
se escapa de un sombrero
que no aguanta otra cabeza. 


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