un señor me escribió un poema
y en él me decía que yo era la prisa.
Le creo cada vez que boto
un cigarrillo a medio fumar.
Sigo siendo la suma de todos mis intentos,
la puerta que nadie abre
por miedo a descubrir otra metáfora.
Hay veces en que no alcanzo a decir la verdad
ni siquiera en voz baja
y termino resignándome,
riéndome para no matar al perro que ladra
todos los días a las 4 de la mañana,
porque sé que él también está harto
de pasar otra noche en esta maldita ciudad.
II
Morirías de risa si aún vivieras
si me vieras
más desnuda que libre,
haciendo inventarios de arrepentimientos,
perdiéndome en un par de ojos que irradian primavera,
llenando mi cuerpo de nudos que nadie sabe deshacer.
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