miércoles, 17 de septiembre de 2014

Desmedida

Al tercer día de insomnio 
la habitación se convierte en un infierno inexorable, 
los recuerdos concurren como peces que se pierden de vista.

Al cabo de 5 minutos 
ya no se sabe si aquello fue el último beso 
o el primer adiós.

El pecho se cansa
vomita hacia adentro 
y las horas se llenan de horas 
que no han de pasar.

Y uno se queda mirando 
el espejo del alma que está en el espejo 
que no tiene alma 
ni espejos
ni insomnio.

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