La ilusión murió,
este martes me sabe a todo lo que pierdo.
No sé cómo decirte que detesto
que mis manos sean un circo en el que siembras adjetivos
para que yo los cuide, para que yo los duerma.
Convertí mi sensatez en una ciudad vacía,
en la que cuento mis pasos
y los vuelvo mentiras que termino creyendo,
para quedarme sin aire y sin apellidos.
Heme aquí, encadenada a esta espera que me obliga a observarte
bajando las escaleras como ahuyentando demonios,
como quien guarda en su pecho más de mil latidos muertos.
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